La patata está considerada como un pilar de la alimentación global y por extensión también en España. Domesticada hace aproximadamente 8.000 años en la región del lago Titicaca, entre Perú y Bolivia, este tubérculo fue un sustento vital para las civilizaciones precolombinas.
Su introducción en Europa, de la mano de los exploradores españoles en el siglo XVI, no tuvo un impacto inmediato. Su consolidación en España no llegaría hasta el siglo XVIII, cuando su valor nutritivo y su capacidad para prosperar en tierras donde otros cereales fallaban la convirtieron en un recurso alimenticio esencial para las clases populares.
Hoy, la patata es el tercer cultivo alimentario más importante del planeta, solo por detrás del trigo y el arroz, y forma parte de la dieta regular de más de 1.400 millones de personas. Su importancia estratégica ha sido reconocida por organismos como la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que subraya su capacidad para fortalecer los cuatro pilares de la seguridad alimentaria: disponibilidad, acceso, utilización y estabilidad.
Esta relevancia es especialmente acusada en los países en desarrollo, que actualmente concentran cerca del 60 % de la producción global, demostrando su papel crucial en la lucha contra la pobreza y el hambre.
El mercado mundial de la patata.
Según los datos de FAOSTAT correspondientes a 2023, la producción mundial de patata alcanzó los 383 millones de toneladas. Esta cifra representa un incremento del 2.6 % respecto a los 376 millones de toneladas de 2022, un logro notable si se considera que se obtuvo a partir de una superficie cosechada menor, que pasó de 18,1 a 16,8 millones de hectáreas en el mismo periodo.
Este desacoplamiento entre superficie y producción evidencia una mejora generalizada en los rendimientos a nivel mundial, fruto de la innovación en variedades, técnicas de cultivo y gestión agronómica.
La producción de patata está geográficamente concentrada. Asia es el principal continente productor con 175,8 millones de toneladas, liderado de forma indiscutible por China, con una producción de 93,5 millones de toneladas, e India, con 60,1 millones de toneladas. Europa, con 47,2 millones de toneladas, sigue siendo un actor fundamental, aunque con cifras de producción más distribuidas entre sus países miembros.

El mercado de la patata en España.
El sector de la patata en España presenta una dinámica compleja, marcada por una producción relativamente estable, precios en máximos históricos y cambios significativos en los patrones de consumo.
En la campaña 2024, por ejemplo, la superficie dedicada al cultivo experimentó un repunte del 3 % respecto a 2023, rompiendo una tendencia descendente que se mantenía desde 2017. A pesar de este incremento, la superficie total sigue estando un 2,9 % por debajo de la media de los últimos cinco años. La producción total se estima en 1,93 millones de toneladas, lo que supone un ligero aumento del 0,6 % frente a la campaña anterior, pero se sitúa un 5,2 % por debajo de la media del último quinquenio (2019-2023).
En cuanto a la balanza comercial española se puede afirmar que es estructuralmente deficitaria. En 2024, las importaciones ascendieron a 1,28 millones de toneladas, con un valor de 561 millones de euros, mientras que las exportaciones se situaron en 398,108 toneladas, alcanzando un valor récord de 220 millones de euros. En este sentido, Francia se consolida como el principal proveedor de España, representando más del 75 % del total de las importaciones y condicionando de manera decisiva la dinámica de precios del mercado interior.
El aspecto más destacado de la campaña 2024 ha sido el comportamiento de los precios, alcanzando récords históricos. Estos incrementos han sido el principal motor del valor de la producción, que ha crecido un 45 % por encima de la media quinquenal.
El interés del consumidor por la patata.
El sector de la patata en España se enmarca en un contexto global de crecimiento, pero también de alta competitividad y desafíos estructurales. En este escenario presenta una serie de desafíos y oportunidades que definirán su competitividad en la próxima década.
Respecto a la transformación del consumo, la continua caída del consumo de patata fresca en los hogares es un reto estructural que obliga a una reorientación estratégica del sector hacia la industria de la transformación y el canal HORECA. Es aquí donde el crecimiento del mercado de IV y V Gama tiene un especial interés. La demanda de productos de conveniencia (patatas lavadas, cortadas, precocidas) es una clara oportunidad para la industria nacional, que puede aportar valor añadido a la producción primaria.
Ante el aumento de los costes de producción, la volatilidad de los precios de la energía, los fertilizantes y los productos fitosanitarios ejerce una presión constante sobre los márgenes de rentabilidad de los agricultores. En este contexto, la adopción de tecnologías como sensores, drones y sistemas de información geográfica, permite optimizar el uso de insumos (agua, fertilizantes, fitosanitarios), reducir costes, mejorar la sostenibilidad y aumentar la eficiencia productiva.
También, España tiene una fuerte dependencia de la patata de siembra importada, principalmente de Países Bajos (que suministra el 67 % del total) y Francia (11 %). Esta dependencia supone una vulnerabilidad estratégica en términos de costes, disponibilidad y sanidad vegetal. Por otra parte, existe un potencial significativo para diferenciar el producto español a través de la calidad, el origen y la sostenibilidad. Estrategias como el fortalecimiento de las Indicaciones Geográficas Protegidas, como la Patata de Galicia o la Papa Canaria; el desarrollo de marcas comerciales potentes y la promoción de variedades locales pueden mejorar la percepción y el valor del producto.
Sin olvidar el aumento de las temperaturas, especialmente las nocturnas, y la creciente presión sobre los recursos hídricos, que amenazan directamente la productividad y la viabilidad del cultivo en las principales zonas productoras.

Zonas de cultivo de la patata en España.
La producción de patata en España no es un paisaje homogéneo, sino un mosaico de especializaciones regionales que responden de forma estratégica a las distintas condiciones climáticas y ventanas de mercado.
El cultivo se estructura fundamentalmente en torno al sistema de riego, que abarca tres cuartas partes de la superficie total. Las comunidades autónomas líderes han desarrollado modelos productivos bien diferenciados.
Castilla y León es la principal región productora del país, concentrando el 37 % de la superficie de regadío. Su producción se centra en la patata de media estación y tardía, destinada tanto al consumo en fresco como a la industria. Su clima continental es ideal para los ciclos largos de las variedades de conservación.
Andalucía lidera la producción de patata extratemprana y temprana, con un 20 % del regadío nacional. Sus condiciones climáticas suaves permiten una recolección muy precoz, abasteciendo al mercado nacional y europeo en primavera, antes de la entrada en producción de otros grandes países productores.
Galicia es la referencia absoluta del cultivo en secano, representando más del 81 % de la superficie nacional bajo este sistema. Su producción, amparada en parte por la Indicación Geográfica Protegida (IGP) «Patata de Galicia«, se destina mayoritariamente al consumo en fresco y es reconocida por su calidad.
Y la región de Murcia. junto con Andalucía, es otra de las zonas clave para la producción de patata temprana, aprovechando su clima favorable para obtener cosechas precoces de alto valor comercial.
Una mención aparte tiene la Papa Antigua de Canarias por considerarse un patrimonio agronómico y cultural, Su conjunto de variedades, amparadas por una Denominación de Origen Protegida (DOP), representa un legado vivo de las primeras patatas que llegaron a Europa desde los Andes.
Cultivo de la patata en España.
La planta de la patata es una herbácea perteneciente a la familia de las Solanáceas y aunque botánicamente es perenne, se cultiva como una planta anual.
Respecto a sus necesidades edafo-climáticas, la patata es un cultivo de clima templado con unos requerimientos muy específicos, especialmente en lo que respecta a la temperatura, factor que condiciona directamente el proceso de tuberización.
El rango de temperaturas óptimo para el desarrollo vegetativo (crecimiento del follaje) se sitúa entre 20° C y 25 °C. Sin embargo, para la fase crítica de formación y engorde de los tubérculos, las temperaturas ideales son más frescas, entre 15 °C y 20 °C., destacando que es fundamental la existencia de una oscilación térmica entre el día y la noche. El cultivo es muy sensible a las heladas; temperaturas de -2 °C pueden dañar los tubérculos, y las partes aéreas se ven afectadas a partir de 0 °C.
Aunque se adapta a una amplia gama de suelos, prefiere aquellos de textura ligera, franca o franco-arenosa, profundos con un mínimo de 30 centímetros, bien drenados y con un buen contenido de materia orgánica. El pH óptimo es ligeramente ácido, en un rango de 5,5 a 6.0. Saber que en suelos con un pH superior a 7,0 aumentan significativamente la incidencia de la sarna común (Streptomyces scabies), una enfermedad que deprecia la calidad comercial del tubérculo.
El éxito del cultivo de la patata se sustenta en una serie de prácticas agronómicas clave, como son la utilización de patata de siembra certificada es la primera y más importante medida para asegurar la sanidad del cultivo, garantizando que el material de partida está libre de virus y otras enfermedades. Así mismo, la pregerminación o «grelado» de los tubérculos (exponerlos a luz difusa y temperaturas controladas para inducir la formación de brotes cortos y robustos), permite adelantar la emergencia y la cosecha.
La siembra se realiza en surcos o caballones, a una profundidad de entre 7 y 15 centímetros, con un marco de plantación que suele oscilar entre 70 a 80 centímetros entre líneas y 30 o 40 centímetros entre plantas, dependiendo de la variedad y el calibre deseado.
La labor cultural por excelencia es el aporque. Consiste en acumular tierra sobre la base de las plantas a medida que crecen. Esta práctica cumple múltiples funciones: protege a los tubérculos en formación de la exposición a la luz solar, lo que evita el enverdecimiento y la síntesis de solanina (un glicoalcaloide tóxico); mantiene una temperatura más estable en la zona de los estolones; mejora el drenaje; y facilita la recolección mecanizada.
La patata es extremadamente sensible al estrés hídrico, especialmente durante las fases de tuberización y engorde. Fluctuaciones en la humedad del suelo pueden provocar un desarrollo desigual de los tubérculos, malformaciones, agrietamiento o la aparición de corazón hueco. Por ello, el riego debe ser frecuente y uniforme.
En la agricultura profesional, los sistemas más eficientes son la aspersión y, cada vez más, el riego por goteo mediante modalidad de cinta, que permite una aplicación más precisa del agua y los fertilizantes.

Sanidad vegetal durante el cultivo de la patata en España.
Entre las principales plagas de la patata a tener en cuenta están el escarabajo de la patata (Leptinotarsa decemlineata), la polilla de la patata (Phthorimaea operculella y Tecia solanivora), los pulgones (Aphis spp. y Myzus spp.) y las llamada plagas de suelo, en las que se contemplan los gusanos de alambre (Agriotes spp.) y los nematodos del quiste (Globodera spp.).
Y respecto a las enfermedades principales, el mildiu (Phytophthora infestans), la alternaria o negrón (Alternaria solani), la rhizoctonia (Rhizoctonia solani) y aquellas de carácter bacterianos como el pie negro (Pectobacterium spp.) y la sarna común (Streptomyces spp.).
Variedades de la patata cultivadas en España.
El mercado español segmenta la producción según el ciclo de cultivo, lo que determina el calendario de recolección y comercialización. Por ejemplo:
- Extratemprana: Recolección del 15 de enero al 15 de abril.
- Temprana: Del 15 de abril al 15 de junio.
- De estación o Semitardía: Del 15 de junio al 15 de septiembre.
- Tardía: Recolección hasta el 15 de enero.
La mayor parte de la producción nacional se concentra en la patata de media estación (47 %) y la tardía (27 %), que constituyen el grueso de la patata de conservación. En este contexto, la elección varietal está estrechamente ligada al destino final del producto, ya sea el mercado en fresco o la industria de transformación.
Las variedades dominantes en el panorama español son la Agria como la reina para la industria, especialmente para la producción de patatas fritas; la Monalisa, que gracias a su versatilidad es una de las más demandadas para el consumo en fresco; la Spunta, muy apreciada para cocciones y ensaladas; la Kennebec, que es la base de la IGP Patata de Galicia; y la Red Pontiac, cuya textura harinosa la hace ideal para cocer, guisos y la elaboración de purés y tortillas.
Junto a estas, otras variedades como Soprano, Jazzy, Colomba o Taisiya están ganando presencia en el mercado, buscando responder a nichos específicos de consumo o a mejores adaptaciones agronómicas.
Plan de fertilización del cultivo de la patata.
La gestión optimizada de la fertilización y un control fitosanitario basado en principios de sostenibilidad son dos pilares fundamentales para la rentabilidad del cultivo.
Centrados en un plan de abonado de la patata, hay que tener presente las fases críticas y los nutrientes clave y para ello se debe partir siempre de un análisis de suelo que determine la disponibilidad de nutrientes y las necesidades de enmienda.
Las extracciones de nutrientes de la patata son elevadas, especialmente de potasio. De forma orientativa, para producir una tonelada de tubérculos, el cultivo extrae entre 3.5 y 5 kg de nitrógeno (N), 1.2 y 2 kg de fósforo y entre 5 y 10 kg de potasio.
En términos generales y en base a la estrategia de fertilización, debe adaptarse a las necesidades de la planta en cada una de sus fases fenológicas. En la fase de siembra y emergencia, se debe aplicar un abonado de fondo rico en fósforo para asegurar un sistema de raíces vigoroso desde el inicio.
En la de desarrollo vegetativo durante la creación de una masa foliar y fotosintéticamente activa, se produce la máxima demanda de nitrógeno para el crecimiento de hojas y tallos, sabiendo que hay que evitar excesos que puedan retrasar la tuberización.
En el inicio de tuberización, también llamada de inducción de la formación de tubérculos, el potasio (K) y calcio (Ca) deben estar disponibles en las cantidades necesarias porque el K y el Ca son cruciales para la división celular y la calidad de la piel de los nuevos tubérculos, así como reducir el aporte de N.
Durante la fase de engorde de tubérculos, cuando se produce la acumulación de reservas (almidón) y aumento de calibre, se produce la máxima demanda de potasio, porque este nutriente es vital para el transporte de azúcares de las hojas a los tubérculos.
Productos JISA para aumentar la producción de patata.
Con la aplicación de los productos agronutricionales especiales, bioestimulantes agrícolas y microorganismos para el suelo, es posible incrementar la producción del cultivo de la patata y por ende, la rentabilidad del agricultor. A continuación exponemos algunos ejemplos de productos y periodos de aplicación, si bien, las dosis mencionadas deben estar avaladas por el responsable del cultivo junto con el técnico comercial de JISA.
Como abonado orgánico. La aplicación del bioestimulante de acción inmediata Fulvin®, de 15 a 20 litros por hectárea repartido durante todo el cultivo, en tantas repeticiones como el cultivo necesite, se realizará desde poco después de la siembra hasta mediado de la maduración del tubérculo.
Para el aporte de potasio, Con el corrector con alto contenido en potasio con EDTA Jisaquel® potasio a una dosis de 3 a 5 litros por hectárea o Top K de 3 a 5 kilos por hectárea, repartidas en 2 a 3 repeticiones, pueden realizarse desde mediados del periodo de desarrollo vegetativo hasta mediado de la maduración.
El el caso de aporte de calcio, se realiza con el corrector a base de calcio quelatado Jisaquel® Calcio a una dosis de 2 a 3 litros por hectárea, con una o dos repeticiones, aplicadas desde principios del periodo de formación del tubérculo hasta final del crecimiento del tubérculo.
En suelos con una salinidad alta, la utilización del desplazador de sales en suelos y aporte de calcio Kitasal® es muy recomendable. En este caso, las dosis oscilan entre 5 a 10 litros por hectárea, con 2 a 3 repeticiones según necesidades, desde finales del periodo de formación del desarrollo vegetativo hasta final del crecimiento del tubérculo.
Para la regenerador de raíces, recomendamos el activador del sistema radicular Libamin® radicular a una dosis de 3 a 5 litros por hectárea en dos aplicaciones cada 7 días, desde principios del periodo de germinación hasta mitad del desarrollo vegetativo.
Y como último ejemplo, la aplicación del abono y bioestimulante multicomponente GorFrut® para aumentar la producción y superar el estrés, a una dosis de 2 a 3 litros por hectárea distribuidas en dos o tres repeticiones según necesidades, distribuidas desde finales del periodo de formación del desarrollo vegetativo hasta final del crecimiento del tubérculo.
En todos los casos, para cualquier duda o consulta técnica sobre el cultivo de la patata, tienen a su disposición el equipo técnico-comercial de JISA que puede ayudarles a obtener unos rendimientos óptimos en su plantación.


